miércoles, 12 de enero de 2011

Mi primera bicicleta, capítulo 5º

Realmente no podía pasar un día sin mi bici, era lo que más me divertía y lo que más deseaba hacer cuando estaba en el colegio. Llegar a mi casa, soltar la carpeta, y salir a la calle con la bici. Por entonces salíamos de clase a las 12,30h. Sin pararme mucho por el camino, llegaba a casa y me iba al instante a dar una vuelta. Casi siempre terminaba mi pedaleo en la panadería de Nolasco. Allí trabajaba Gori, mi catequista de primera comunión, con la que aún mantengo mi amistad, después de más de 30 años. Aparcaba mi bicicleta y me quedaba con ellos a ver cómo se hacía el pan. Como después de hacer la masa, Nolasco en una pala grande iba colocando dentro del horno cada pan de kilo y medio kilo a los que le habían dado forma anteriormente. En invierno era muy agradable estar cerquita de aquel fuego. Y lo que más me gustaba era ese olor a pan recien hecho. "Huele que alimenta", ¿vendrá de ahí la expresión?
Cuando ya cerraban, me iba a casa a comer, pues volvíamos por la tarde al colegio. No era como ahora, que los niños tienen toda la tarde para poder montar en bicicleta y salir a jugar. ¡Si yo hubiera tenido todas esas tardes libres! Los días iban pasando y mi rutina era casi siempre la misma. Tanto que algunos del pueblo me conocían por "la niña de la bicicleta". Y pensar ahora que hubo un tiempo que las bicis estuvieron prohibidas a las mujeres. ¡Qué hubiera sido de mí!

1 comentario:

  1. hubieses sido politica para cambiar esa ley, seguro que algo hubieses hecho,

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