lunes, 17 de enero de 2011

Mi primera bicicleta, capítulo 4º

En Encinasola era un lujazo tener una bicicleta porque podías recorrer el pueblo y no encontrarte con grandes dificultades. Sus calles me parecían más llanas y era más fácil pedalear. También ayudaba que estaban casi todas encementadas. No había grandes cuestas como en Aroche, por eso creo que mi madre nos dejaba sacar la bici. Desde mi casa hasta el colegio había una buena pendiente. Cuando he vuelto de mayor, ya no me parecía tan enorme. Sin embargo recuerdo que bajaba por ella, y con cuidado frenaba antes de llegar a las cuatro esquinas, pues me daba miedo que se cruzara un coche. En esa misma calle me caí una vez, y me tuvieron que vendar la cabeza porque me hice una brecha. No fue con mi bici. Antes de ir a Aroche a por ella, me dejo una niña su bicicleta, que era más grande que la mía. Tenía mucho "mono" de bici, y no quise perder la oportunidad que me brindaba. Me avisó que los frenos estaban muy duros. Cuando quise frenar recordando el peligro de las esquinas, no pude, no tenía fuerza. Entonces pensé: "antes de que me coja un coche me tiro". Y así fue como me hice "la pitera". Ya os podéis imaginar a mi madre cuando me vió con toda aquella sangre y la cara de la niña cuando me vió caer.

Al día siguiente cuando iba para el cole, ví en el suelo la señal del porrazo. Había marcas de las ruedas frenadas y algún arañazo. Yo explicaba a la gente cómo había sucedido. La señal duró varios días. No pude frenar y por eso aunque veía día tras días aquellas marcas, nunca pude entender porqué estaban señaladas las gomas de las ruedas.

Como recuerdo de aquello, mi cabeza ha tenido a bien mantener la cicatriz.

1 comentario: