miércoles, 19 de enero de 2011

Mi primera bicicleta, capítulo 3º

Al final del verano trasladaron a mi padre a Encinasola, su pueblo natal. Y de nuevo otra mudanza. Cuando llegamos a aquel pueblo, lo que más me sorprendió fue que casi todas las calles estaban encementadas. ¡Eso no lo había visto jamás! Y pensé que sería un lujazo pasear en bici por aquellas calles sin piedras, y sin peligro para mis rodillas.
Me tocó esperar durante mucho tiempo, o al menos para mí fue eterno. La bicicleta tuvo que quedarse en Aroche, pues no cabía con el resto de las cosas en un principio. Así que nuevamente nos separamos de ella. Y yo me sentía como a la niña que la separan de una buena amiga, y con un sentimiento de tristeza, de añoranza,...
Un domingo, después de varios meses viviendo en Encinasola, fuimos a Aroche. Nos acompañaron varios de nuestros nuevos amigos "marochos". Uno de ellos, Rufo, tenía una furgoneta amarilla y naranja. Rufo era el taxista del pueblo. Recuerdo aquel viaje como si fuera hoy. Parecía un pequeño autobús, en el que cabíamos mucha gente. El viaje fue superdivertido.
A la vuelta, conseguimos convencer a mis padres para que Rufo cargara en el maletero nuestra bicicleta. ¡Qué alegría más grande, volvíamos al pueblo con ella!

3 comentarios:

  1. Me sorprende que no te cansases de tanta mudanza pero hay que reconocer que a veces siempre gusta viajar ¡ah! y ver si con el proximo capitulo tardas menos en escribirlo.

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  2. Las mudanzas eran difíciles y duras, porque eso significaba que tenías que despedirte de tus amigos y no sabías si volverías a volver a verlos alguna otra vez. Y a parte llegabas al nuevo lugar y tenías que volver a hacer amistades. Imagínate si tuvieras que dejar a tus amigos, a tu colegio...¿cómo te sentirías? Por eso cuando llega algún niño nuevo al colegio, me da mucha pena que sus compañeros no le echen cuenta y nadie juegue con él.

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  3. siempre es bonito encontrarse con las viejas amigas y mas cuando se desea tanto...

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